Proverbs 13

Distinta suerte del sabio y del necio

1
1. El primer hemistiquio puede traducirse: El hijo sabio revela (con su aprovechamiento) la instrucción de su padre. En este pensamiento se funda el epitafio del rey don Alfonso el Sabio, enterrado junto a su padre San Fernando en Sevilla.
El hijo sabio acepta la corrección de su padre; el burlador no hace caso de la reprensión.

2El hombre (de bien) se hartará del fruto de su boca, el alma de los pérfidos, en cambio, de la violencia.

3Quien guarda su boca, guarda su alma; quien habla inconsideradamente se arruina a sí mismo.

4
4. Vulgata: Quiere y no quiere el perezoso. Es como en la fábula del célebre asno de Buridán, que murió entre dos fardos de heno, sin resolverse a empezar por uno u otro.
El perezoso tiene deseos que no se cumplen, el alma del laborioso se saciará.

5El justo aborrece la palabra mentirosa, el impío infama y obra vergonzosamente.

6La justicia protege los pasos del hombre recto, la malicia causa la ruina del pecador.

7
7. Nueva paradoja: el pobre quiere ostentar riqueza, y el rico quiere esconderla.
Hay quien se jacta de rico, y nada tiene, y quien se hace el pobre, y es acaudalado.

8
8. Se libra el rico de los peligros, a costa de dinero; mientras el pobre no teme ladrones y puede dormir a puertas abiertas.
Con las riquezas el hombre (rico) rescata su vida; el pobre, empero, no necesita temer la amenaza.

9
9. Luz y lámpara son símbolos de la felicidad. Cf. 24, 25; Job 18, 5 s.; 21, 17.
La luz de los justos difunde alegría, en tanto que la lámpara de los impíos se apaga.

10
10. El que se deja aconsejar aprovecha toda la ciencia de los otros. Solo el insensato puede creer que no necesita consejo.
La soberbia no causa sino querellas, la sabiduría está con los que toman consejo.

11Los bienes ganados sin esfuerzo tienden a desaparecer, mas el que los junta a fuerza de trabajo los aumenta.

12Esperanza que se dilata hace enfermo el corazón; pero es árbol de vida el deseo cumplido.

13
13. Quien menosprecia la palabra, se pierde. Véase sobre esto la asombrosa revelación de Cristo en Juan 12, 47 s.: “No vine a juzgar al mundo sino a salvarlo”. La palabra de su amor despreciado, esa nos juzgará.
Quien menosprecia la palabra se pierde; quien respeta el precepto será recompensado.

14
14. “Las palabras que os he dado son espíritu y vida” (Juan 6, 63; Vulgata 6, 64).
La enseñanza del sabio es fuente de vida, para escapar de los lazos de la muerte.

15
15. Vulgata: La buena doctrina hace agradable al hombre; en el camino de los que la desprecian hay un precipicio.
Buenos modales ganan favores, mas la conducta de los pérfidos queda estéril.

16Todo varón prudente obra con reflexión, el necio derrama su locura.

17El mensajero infiel se precipita en la desgracia, el mensajero fiel se procura salud.

18Pobreza e ignominia a quien desecha la corrección, honra a quien escucha la amonestación.

19
19. El necio abomina apartarse del mal. Es el problema de los fariseos que Jesús planteó en Juan 3, 19.
Deseo cumplido recrea al alma, pero el necio abomina apartarse del mal.

20
20. De aquí el proverbio: “Dime con quién paces y decirte he qué haces”, y el otro: “dime con quién andas y te diré quién eres”. Cf. 1, 15 y nota. En la Sagrada Escritura está el origen de muchísimos refranes, que pasaron al pueblo en épocas de piedad.
Quien anda con sabios, sabio será, quien con necios, acabará siendo necio.

21A los pecadores los persigue la desventura, mas los justos serán recompensados con bienes.

22
22. Véase la parábola de los cinco talentos, donde el que no trabaja pierde su talento en favor de los que han trabajado (Mateo 25, 28 s. Véase también Lucas 19, 26; 8, 18).
Los buenos tienen como herederos los hijos de los hijos; mas la hacienda del pecador queda reservada para el justo.

23
23. En vez de pobres traduce la Vulgata padres.
Los barbechos de los pobres dan pan en abundancia, pero hay quien disipa (la hacienda) por falta de juicio.

24Quien hace poco uso de la vara quiere mal a su hijo; el que lo ama, le aplica pronto el castigo.

25
25. El pobre come contento (17, 1) “con la salsa de su hambre” (Cervantes), mientras que al hedonista, estragado, nada le satisface. Cf. 15, 16 s.; 16, 8.
El justo come y satisface su apetito, en tanto que el vientre del malo padece hambre.
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